Una carta sin pedirla. Correspondencia
Autor: Virginia Woolf / edición de Patricia Díaz Pereda
Editorial: Páginas de espuma
Número de páginas: 293
ISBN: 9788483933442
Valoración: ✰✰✰✰✰
Argumento:
" Si, tengo tu carta y fue un gran placer recibirla. Es tan poco frecuente recibir una carta sin pedirla y sin que haya necesidad de escribirla y son las únicas que merece la pena recibir"
Para entretener, divertir, interesarse por salud o las penas de sus destinatarios y aliviarlas en lo posible. Con esos motivos escribía sus cartas Virginia Woolf. Para intercambiar ideas, comunicarse,, conocer cotilleos, saciar su curiosidad por la vida de sus amigos, por sus relaciones, incluso por sus casas.
Afectuosas casi siempre, distendidas y hasta jocosas en otras ocasiones, a la autora nunca le preocupó lo que se hiciera con sus cartas tras su muerte, estas cartas cuya selección presenta ahora la editorial Páginas de Espuma al lector español y que nos devuelven a una Virginia Woolf cercana,, espontánea, cariñosa, irónica, con su particular y muy personal don para escribirlas.
Ordenadas de forma cronológica (desde 1912, a punto de convertirse en escritora de ficción, hasta su muerte en 1941), las cartas de esta selección -la mayoría inéditas en nuestra lengua- recorren los tres temas principales de su correspondencia: la literatura, las casas y las gentes, y nos acercan al retrato vital de una de las figuras literarias esenciales del siglo XX.
Gooseopinión:
"Virginia Woolf asegura, en carta a Hugh Walpole, que el escribir cartas «es uno de los dones que las hadas no me dieron cuando se asomaron a mi cuna». Afirmación de la que cualquier lector discrepará a lo largo de estas páginas ya que su vitalidad y frescura epistolar nunca decae, ni siquiera pocos días antes de su muerte. Fue una infatigable escritora de cartas, incluso cuando dispuso de teléfono, si bien con los años insiste en que cada vez detesta más escribirlas, pero le encanta recibirlas. Prueba de ello es que se han conservado casi cuatro mil", arranca Patricia Díaz Pereda en la introducción con la que presenta Una carta sin pedirla, su maravillosa edición de la correspondencia de Virginia Wolf entre 1912 y 1941 en un cuidado volumen publicado por Páginas de Espuma.
Y el título se lo debemos a este fragmento de otra carta a Walpole, narrador amigo, fechada el 1 de julio de 1928, t. Escribía allí Virginia Woolf: "Sí, tengo tu carta y fue un gran placer recibirla. Es tan poco frecuente recibir una carta sin pedirla y sin que haya necesidad de escribirla y son las únicas que merece la pena recibir."
Patricia Díaz Pereda, ya reunió en De viaje (Nórdica, 2023) las cartas y notas de viaje de Virginia Woolf, aprovecha y recopila en este volumen una selección anotada de sus miles de cartas ( Sí, soy una desgraciada que nunca escribe cartas", afirmaba en 1932. Y sin embargo escribió miles de cartas. Familiares y amigos, lugares en los que transcurrió su vida, los paisajes campestres y urbanos en los que discurrió su existencia recorren esta abundante correspondencia que refleja de primera mano las claves personales, estéticas y ambientales que convirtieron a Virginia Woolf y al grupo de Bloomsbury en la expresión de la modernidad en la literatura inglesa), que trazan un retrato cercano con las claves vitales y literarias de una creadora en la que se cruzan constantemente la literatura y la vida, la desazón íntima y el reconocimiento público, la lectura y la escritura, la vida privada y los proyectos editoriales.
Las casi doscientas cartas seleccionadas reflejan sus cambios anímicos e incluso su evolución personal y literaria, la aventura editorial que bautizó como The Hogarth Press, los laberintos creativos y los desalientos de la depresión, sus lecturas (Henry James, D. H. Lawrence, Proust, Guerra y paz, Chéjov, Dickens…) y sus enfermedades, las vacilaciones creativas y las dudas existenciales, sus relaciones con su marido Leonard Woolf al que se refería como "queridísima mangosta", con su hermana Vanessa Bell y con íntima amiga y a la par su amante Vita Sackville ("queridísima criatura", "ángel", "potrillo").
Junto con ellos, amigos como Lytton Strachey, T. S. Eliot, Gerald Brenan, John Lehmann, Roger Fry, Dora Carrington o Stephen Spender, Ethel Smyth son los destinatarios principales de sus cartas, la mayoría de ellas afectuosas, espontáneas y desinhibidas con las que "deseaba entretener, divertir, interesarse por la salud o las penas de sus destinatarios y aliviarlas en lo posible. Deseaba intercambiar ideas, comunicarse, conocer cotilleos, saciar su curiosidad por la vida de sus amigos, por sus relaciones, incluso por sus casas"
La selección ha
sido un trabajo exhaustivo y arduo, dado el interés y la calidad de este ingente material (recordamos que escribió más de mil), y para ello
se ha atendido a tres grandes criterios temáticos:
la literatura, las casas y las gentes, tres temas esenciales para Woolf y a
menudo entremezclados en una misma carta
Ordenadas de forma cronológica en cinco bloques las cartas de esta selección recorren los tres temas principales de su correspondencia -la literatura, las casas y las gentes-, para acercarnos el retrato íntimo y el mundo literario y humano de Virginia Woolf, su papel como lectora y escritora, el ámbito literario de la casa, la habitación propia y sus espacios vitales en Monk's House, Hogarth House o Bloomsbury. O su papel como editora, por ejemplo cuando renuncia a editar el Ulysses. El 17 de mayo de 1918 le escribe a Harriet Weaver, mecenas de Joyce: "Hemos leído los capítulos de la novela del señor Joyce [Ulysses] con gran interés y desearíamos poder imprimirla. Pero en estos momentos su extensión es una dificultad insuperable para nosotros.(...)
La presencia de lo doméstico y lo trivial en muchas de esas cartas, llenas de humor, de complicidad y cotilleos contribuye a acercar al lector la imagen de una Virginia Woolf espontánea y directa, cuando le cuenta sus problemas en la carta fechada a 21 de agosto de 1921 a su amigo Roger Fry, pintor y crítico de arte. O cuando hace esta autocrítica jocosa al final de una de sus cartas más largas: "¡Vaya carta! ¡Vaya carta! Es como el monólogo interminable de una vieja de pueblo a su puerta. Cada vez que le dices buen día e intentas irte, piensa en algo nuevo y todo empieza otra vez."
La selección de cartas de 1941, el año de su muerte, más que a los tres criterios que guían el conjunto, responde a su interés biográfico y humano, porque esas cartas permiten comprobar que Virginia Woolf siguió trabajando y escribiendo cartas hasta sus últimos días.
Antes de suicidarse el 28 de marzo de 1941 en el río Ouse dejó escrita esa misma mañana su última carta, dirigida a Leonard:
Queridísimo:
Quiero decirte que me has dado una felicidad completa. Nadie podría haber hecho más de lo que tú has hecho. Por favor, créelo.
Pero sé que nunca superaré esto: y estoy malgastando tu vida. Es esta locura. Nada de lo que me diga nadie puede persuadirme. Puedes trabajar y lo harás mucho mejor sin mí. Ya ves que ni siquiera puedo escribir esto, lo que demuestra que tengo razón. Todo lo que quiero decir es que hasta que llegó esta enfermedad fuimos perfectamente felices. Todo se debió a ti. Nadie podría haber sido tan bueno como lo has sido tú, desde el primer día hasta ahora. Todo el mundo lo sabe.
V.
Encontrarás las cartas de Roger a los Mauron en el cajón del escritorio en el cobertizo. Destruirás todos mis papeles.
Cierran el magnífico volumen, editado en tapa dura, una magnífica selección de fotografías de Virginia Woolf y sus corresponsales epistolares, una biografía de los principales destinatarios y dos índices: uno onomástico y otro general de las cartas seleccionadas en Una carta sin pedirla.
Podemos decir sin ningún tipo de duda que es el libro que complementa a la perfección los 5 volúmenes de los Diarios de Virginia Woolf editados por la editorial Tres Hermanas, y que es una perfecta aproximación, por no hablar de un acercamiento total, al pensamiento de una de las más grandes escritoras y representantes del pensamiento femenino del siglo pasado.